David Iniesta Sánchez. Ingeniero Técnico de Minas/ Técnico Superior en Prevención de Riesgos Laborales
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Mi aventura en materia de formación empezó allá por 2012 impartiendo, junto a mi compañero Paco - o como le solíamos decir con cariño “el hombre con bigote” - la formación preventiva para el desempeño del puesto de trabajo para las actividades mineras.
Aún recuerdo la sensación de nerviosismo e incertidumbre de esa primera formación. ¿Cuánta gente habrá?, ¿El temario será suficiente?, ¿Conseguiremos que nos presten atención?, ¿Les interesará lo que les estamos contando?, ¿Sabré resolver las dudas que plantean?, ¿Qué pondrán de menú en el bar?, etc. Con estas mismas dudas y muchas más empezábamos con una formación inicial destinada a operadores de maquinaria de arranque/carga/viales para minería de exterior, es decir 20 hrs por normativa, dos sesiones de diez horas cada una.
Al terminar las primeras formaciones, tenía sensación de malestar y vacío. La primera era ardor (algo me había sentado mal), pero la segunda era preocupante y no sabía por qué. Al ser muy exigente conmigo mismo (tiquismiquis para los amigos), pensé que era un problema mío de percepción y que realmente la formación había ido bien, como me decía mi compañero.
Seguí compaginando las tareas de dirección facultativa de explotaciones mineras con las de formación. Muchos de los alumnos a los que ya habíamos formado tanto con la inicial de 20 hrs, como con el reciclaje de 5 hrs que es cada dos años, estaban en las canteras de las que yo era director facultativo. Observé que esos alumnos ahora convertidos en operarios no llegaban a poner en práctica buena parte de los conocimientos impartidos y, al preguntarles el por qué la gran mayoría indicó “que no recordaban haberlo visto o que nadie se lo había enseñado: mucha teoría, pero poca de práctica”.
Ojooo!!!!! Estábamos impartiendo UNA FORMACIÓN QUE NO ENSEÑABA. Eso era (y es) peligroso. Sí, se estaban cumpliendo los requerimientos legales (los papeles), pero estábamos fallando en lo importante: transmitir los conceptos necesarios para trabajar seguros.
Con esa idea seguimos trabajando e intentamos mejorar el dinamismo de esa formación para que el alumno/operario, no se fuera con la sensación de haber asistido a “otro curso más”.
Desde entonces, esa idea me ha estado acompañando; haciéndose especialmente predominante en la actividad que desarrollo en la actualidad como técnico de prevención y formador en SGS, como Servicio de Prevención Ajeno.
¿Pero por qué es tan importante esa formación teórica-práctica?
La respuesta más inmediata sería porque damos cumplimento al artículo 19 de la Ley 31/1995, de prevención de Riesgos Laborales (PRL) que cada trabajador reciba una formación teórica y práctica, suficiente y adecuada, en materia preventiva, tanto en el momento de su contratación - cualquiera que sea la modalidad o duración de ésta - como cuando se produzcan cambios en las funciones que desempeñe o se introduzcan nuevas tecnologías o cambios en los equipos de trabajo.
Pero también por la capacidad que tiene el ser humano de aprender a través de la experimentación.
Desde la infancia, muchas habilidades o destrezas de esta naturaleza se consiguen a través del juego, como son las relacionadas con el equilibrio y coordinación y con ellas vamos teniendo más facilidad a la hora de usar herramientas, equipos etc. Cuando practicamos o jugamos, nos vamos haciendo buenos en determinadas habilidades y ello es fundamental también en las disciplinas objeto de estudio ya que facilitan el camino hacia un aprendizaje completo y real.
Por lo anteriormente descrito, considero - bajo mi experiencia tanto de formador como de técnico - que, junto a la formación teórica, la práctica en materia de prevención de riesgos y la formación práctica operacional están íntimamente relacionadas. Es decir, cuanto mejor conozca un trabajador cómo funcionan sus herramientas, máquinas y demás equipos de trabajo y más destreza y habilidad tenga, mejor y con más seguridad las utilizará.
Aunque ya no tengo la sensación de vacío que tenía al principio de esta aventura, sigo manteniendo ese pensamiento, más por exigencia mía, de “que sí, que la gente se ha formado, ha aprendido y se lo ha pasado bien, pero seguro que algo podemos mejorar”.
Esto es todo amigos. Al menos, por ahora…
PD.: Aaaahh, se me olvidaba: la sensación de ardor fue por el alioli del menú del bar. Desde entonces no lo pruebo.
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